Este Mundo Infernal de Sufrimiento y Muerte

Cuando estamos concientes de la vida de miseria, sufrimiento y muerte por la cual pasamos millones de personas en este mundo, alguien sensible como yo no puede evitar llegar a la terrible conclusión de que vivimos en un mundo infernal. Muy pocas personas alegan vivir vidas felices hasta que de súbito, todo les cambia cuando el dolor llega a sus puertas.

Cada día, en todo momento, en alguna parte de nuestro mundo, existe una situación de guerra donde mueren combatientes e inocentes. Cada minuto incontables seres humanos mueren de hambre, enfermedades, tragedias, matanzas, etc.

Las muertes suman millones diariamente. Terremotos, huracanes, tsunamis, volcanes, inundaciones, derrumbes, y un sin número de calamidades son parte normativa de muerte en nuestro planeta.

¿No es entonces éste un mundo infernal? Si no lo es ¿Qué es? Aún aquellos pocos que viven vidas exitosas, famosas, adineradas y supuestamente felices, llevan algún dolor adentro.

Afirmamos no tener evidencia de que exista un lugar llamado infierno donde las “almas” de los “no salvados” vivan sufriendo una tortura por toda la eternidad. La idea primitiva de este infierno rebasa toda racionalidad. Dicha idea, convertida en dogma por diversas religiones, principalmente la iglesia cristiana, ha sido utilizada como un instrumento para atemorizar, manipular, esclavizar y controlar al ser humano dentro de los parámetros de la religión.

Aquí hablamos de un mundo infernal al referirnos a las condiciones en que viven la mayoría de los seres humanos desde el comienzo de su historia hasta el aquí y ahora. De la existencia de este mundo infernal no cabe duda, pues millones lo viven a diario, tanto buenos y malos, niños inocentes, mujeres y ancianos; nada que tenga necesariamente relación con espiritualidad y mucho menos “salvación del alma.”

La idea de la existencia de un infierno contradice abiertamente la idea de un Dios amoroso, bondadoso, misericordioso y todopoderoso predicado al mismo tiempo por los religiosos.

SAN PABLO

San Pablo critica duramente a los religiosos de su pueblo respecto a la observancia de la ley. Mientras que en otra ocasión reconoce la ley como un ministerio de muerte, aquí en estos pasajes hace responsables a quienes se escudan detrás de la ley para presentarse a los demás como personas rectas cuando en realidad son lideres religiosos perversos.

Ro. 2:17-23. “Ahora bien, tú que llevas el nombre de Judío; que dependes de la ley y te jactas de tu relación con Dios; que conoces su voluntad y sabes discernir lo que es mejor porque eres instruido por la ley; que estás convencido de ser guía de los ciegos y luz de los que están en la oscuridad, instructor de los ignorantes, maestro de los sencillos, pues tienes en la ley la esencia misma del conocimiento y de la verdad; en fin, tú que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas contra el robo, ¿robas? Tu que dices que no se debe cometer adulterio ¿adulteras? Tú que aborreces a los ídolos, ¿robas de sus templos? Tú que te jactas de la ley, ¿deshonras a Dios quebrantando la ley?

Pablo, o el autor o autores de más de la mitad de sus epístolas, quienes escribieron personificando su nombre, construyeron una doctrina de Gracia con referencia a la ley, pero distinta de ella, sobre la figura de un Jesús de Nazaret.

Por tanto, aunque dicha doctrina nos parezca más “espiritualmente” liberadora e inclusiva, sigue siendo otra forma de esclavitud, manipulación y control, la cual no se desvía del propósito inicial de la ley de aniquilar la especie humana.

MORTANDAD EN JERUSALÉN

El historiador Judío Flavio Josefo es nuestra fuente principal de toda la información que tenemos de los eventos del primer siglo de la era cristiana, particularmente de la guerra judeo-romana causante de la destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 d.C.

Las relaciones entre los Judíos y Romanos se deterioraron resultando en la revuelta Judía del 66 d.C. Recién muerto Nero Caesar, Vespasiano fue declarado emperador y arreció su sitio militar contra Jerusalén dejando a su hijo el General Tito al mando de las tropas en el 69 d.C., quien completó el sitio y destrucción de la ciudad y su templo en el 70 d.C. Las batallas de resistencia Judía fueron horribles. La situación de hambre dentro de la ciudad fue severa. Los hombres como bestias salvajes comían cualquier cosa por más sucia e inmunda que fuera. Josefo escribió que aún una pobre mujer se comió a su pequeño recién nacido.

Josephus estima que más de un millón de judíos murieron en la ciudad y que más de 97,000 prisioneros luego murieron en la Arena Romana.

Varios historiadores, como Eusebio, Padre de la Historia de la Iglesia, han escrito que los cristianos de Jerusalén dejaron la ciudad antes que irrumpiera la guerra y se ubicaron en Pella y otras ciudades al norte de Jerusalén.

Según hemos documentado en otros escritos, basados en los relatos bíblicos, el autoproclamado “Dios” ha utilizado ejércitos de otras naciones en batallas contra los ejércitos de Israel a quienes ha vencido para castigarles por sus pecados.

LA INFERNALIDAD DE ESTE MUNDO

En los primeros tres párrafos de este ensayo describo condiciones de miseria, calamidad y muerte física de millones de seres humanos en este “mundo.” Pero la mayor causa de la infernalidad son las acciones de aquellos que no solamente viven en la densa oscuridad, sino que son oscuridad en si mismo. De ahí se originan la ira, la envidia, el odio, los prejuicios, la insensibilidad, las injusticias, los crímenes y toda posible maldad. ESTE ES UN MUNDO INFERNAL. 

NOTAS DEL EDITOR: Sabemos que más de la mitad de los escritos de Pablo fueron escritos por otras personas anónimas. Cualquier pronunciamiento de Pablo es este sumario se le atribuye basado en la epístola “supuestamente” escrita por él, de la cual no tenemos final constancia de su autoria.

De igual manera, las evidencias históricas y lingüísticas de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos indican que estos libros no fueron escritos por los apóstoles que llevan su nombre, sino también por otras personas anónimas muchos años después de los eventos descritos. De ahí, lógicamente, todos los dichos de Jesús que han sido registrados no son evidenciales, es decir, pueden ser fabricados, jamás dichos por Jesús y ninguno de los discípulos.

No es necesario creer en un “Dios” o en un “Satanás” de fantasía para darse cuenta de lo infernal que es este mundo. En todo caso, el SER humano es un “dios” o un “Satanás” que dirige su propio destino.

FIN

6/28/17

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