Fanatismo Religioso: Un estorvo al pensamiento reflexivo

Los fanáticos religiosos, en todas las religiones, tienen el pensamiento cerrado a los hechos de la realidad y rechazan todo aquello que no se conforma a sus dogmas o posturas. Han aceptado ciegamente la propaganda y adoctrinamiento de sus líderes. Todos los hechos disponibles, particularmente los de la historia y las ciencias deben ser estudiados objetivamente antes de llegar a conclusiones. Téngase presente que la verdad y la falsedad muchas veces están entremezcladas y es difícil distinguir la una de la otra.

Siddhartha Gautama (Buddha) dijo:

“No crea en nada simplemente porque lo escuchaste.” “No crea en nada simplemente porque ha sido hablado y rumorado por muchos.” “No crea en nada simplemente porque se halla escrito en sus libros sagrados.” “No crea en nada meramente por la autoridad de sus maestros y ancianos.” “No crea en tradiciones simplemente porque le hayan sido pasadas por muchas generaciones.” “Pero luego de la observación y el análisis, si encuentras que algo está de acuerdo con la razón y conduce al bien y al beneficio de uno y todos, entonces acéptela y vívala.”

Lo que constituye el ser un fanático religioso es precisamente la postura de rechazar algo de naturaleza religiosa simplemente porque no concuerda con su creencia y se identifica con otra religión, o el aceptar sin cuestionamiento aquello que corresponde a su  religión. Puedo decir sin temor a equivocarme, que la religión cristiana, como todas las religiones, están llenas de profesantes que caen dentro del concepto de fanáticos religiosos.

Las palabras de Siddhartha Gautama (Buddha) fueron dichas posiblemente más de 500 años antes de Cristo en un lugar tan lejano a la tierra de los profetas hebreos como lo es la India. Casi 2,000 años después de Cristo, yo mismo, despojado de mis lentes religiosos, encuentro que dichas palabras son válidas para todos los tiempos y para todas las gentes universalmente. Ello es una prueba más que ninguna religión o grupo religioso tienen el monopolio de la verdad. Tanto lo verdadero como lo falso están diseminados en nuestro pensamiento y crecen juntos como el trigo y la cizaña (mala hierba) descrita a modo de parábola en San Mateo13: 24-30.

El fanático religioso cierra las puertas de su entendimiento al rechazar descubrir por él mismo la verdad. Confía en alguna “autoridad” externa y acepta sus dogmas, doctrinas, postulados, etc., sin cuestionamiento. Muchas de las supuestas palabras de Jesús, recogidas en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento,  han sido manipuladas e interpretadas de diversas maneras, por diversos grupos “cristianos”, para acomodar las mismas a su particular sistema religioso.

El “Reino de los Cielos” o “Reino de Dios” es una realidad “interna.” No la debemos buscar “allá” en el espacio, sino “acá” dentro de nosotros. Tampoco debemos buscar  a Dios como un ser fuera de nosotros, ni tampoco que estamos “poseídos” por dicho ser.

Los nombres de Dios son Carlos, Juan, María, Alfonso, Cristóbal, los nombres del vecino y todos y cada uno de los nombres que existen, han existido y existirán en todos los pueblos, idiomas, dialectos, etc., los cuales, necesariamente, han sido universalmente constituidos “Dios.” 

En nada me preocupan los calificativos que alguna supuesta “autoridad externa” adjudique a mi manera de pensar. Me satisface que no me considero ser un fanático religioso y que me siento libre para pensar y llegar a mis propias conclusiones. También entiendo que  “mis” conclusiones no necesariamente son, ni tienen que ser similares a las conclusiones de otros seres pensantes.

Un gran engaño de la “cristiandad organizada” y de otras religiones ha sido la invención de un “Infierno Ardiente.” Con éste engaño, aspiran atraer adeptos a sus filas de creyentes, manipular sus mentes en base al miedo a un “castigo infernal” y controlar sus vidas. Los autores de este repugnante engaño han añadido y alterado las palabras y parábolas de Jesús para darle legitimidad al mismo, más aún, han fabricado el personaje de “Jesús” para adelantar su propaganda ocultamente dañina.